por Mariano Fernández Urresti

Me veo en la obligación de advertir al lector que Xavi Bonet, Óscar Fábrega y Enric Sabarich han escrito un libro terrible, y ese es un lema perfecto para adornar el frontispicio de esta obra. Tal vez, sugiero, pudiera escribirse en latín, para que mueva a la reflexión antes de que el lector no avisado se dé de bruces con el demonio Asmodeo. ¿O no es Asmodeo? Tal vez, si lo miran con atención, resulta que no lo es, y ahí comenzará a parecerle una aventura terrible la que se propone en las siguientes páginas.
En efecto, pudiera ser que no hubiera ningún demonio Asmodeo recibiendo al visitante que pone sus pies en la ya mítica Iglesia de santa María Magdalena de Rennes-le-Château. Pudiera ser incluso que el resto de la Belle Histoire, como la denominan los tres autores, no sea más que un mito construido por un sujeto «rimbombante y megalómano» ―como leerá más adelante― que decía llamarse Pierre Plantard. Un mito que, a fuerza de ser repetido durante décadas en numerosos libros, se ha pretendido presentar como una verdad indiscutible.

En primer lugar, este es un libro terrible porque es desmitificador. Tras su lectura, quien no sepa absolutamente nada de la singular historia del sacerdote François Bérenger Saunière habrá descubierto lo que muchos autores que la han manoseado no ofrecen. Tendrá una visión más completa y menos sesgada de los sucesos que rodearon su particular «vida pastoral» desde que arribó a aquel pueblo perdido de la comarca del Razès, en el Alto Valle del Aude, cuando contaba con treinta y tres años ―una edad magnífica para morir y renacer a una nueva vida, según la tradición… aunque también esa sea una tradición falsa si se la expone a la luz de los datos históricos.

La Belle Histoire, escrita a raíz de los sucesos que adornaron la biografía de aquel sacerdote, incluye el descubrimiento de un tesoro mientras se llevaban a cabo unas obras de restauración en el templo. Su vida, se nos ha contado, tuvo un antes y un después de lo que quiera que sucediera en 1891. Los libros hablarán de una fortuna, de pergaminos misteriosos que pudieran contener nada menos que una incómoda genealogía que probaría que Jesús y María Magdalena habían tenido descendencia y que ésta se emparentó con la dinastía merovingia, y muchas otras maravillas que, de intentar ser narradas en este prólogo, no podrían contenerse. Un mito que comenzó a gestarse en los años cincuenta del pasado siglo y al que se fueron añadiendo piezas hasta convertirlo en un monstruo que devoraba a sus propios creadores y superaba sus fantasías, como si se tratara de un golem esotérico.
Los autores de este libro han puesto ese mito bajo la lente del microscopio de la historia, de la investigación sosegada o tal vez simplemente de la investigación, a secas, sin repetir lo que otros escribieron. Y el resultado es, como anuncié, terrible.
Este es un libro terrible, en segundo lugar, por el ingente trabajo que contiene. Por vez primera, y tras haber leído numerosos libros sobre este tema, he encontrado documentos inéditos y una visión general del drama o del vodevil, junto con un exhaustivo retrato de sus principales actores.
El lector podrá disfrutar de la lectura de cartas de puño y letra de Saunière a su familia, y descubrirá las malas relaciones que mantenía con ella. Conocerá mejor su trayectoria pastoral, su vida como docente en Narbonne, su insólita actividad como guía turístico para los bañistas que acudían al reclamo de las aguas del vecino pueblo de Rennes-les-Bains y la verdadera naturaleza de las relaciones que mantuvo con el obispo Félix-Arsène Billard, un verdadero secundario de lujo en esta trama y que, tal vez merecería un papel de coprotagonista. Un obispo enriquecido ilícitamente tras recibir una fortuna inesperada gracias a un testamento, propietario a nivel particular de la iglesia de Notre-Dame-de-Marceille, tahúr de dinero negro obtenido de la Caja de Pensiones Diocesana y dado a los ejercicios amatorios, bien merecería un mito propio.
Cartas, documentos, fotografías… una ingente y terrible labor de documentación sustenta la propuesta de Bonet, Sabarich y Fábrega. Un trabajo honesto con el que se podrá estar de acuerdo o no, pero que resulta irreprochable.
Este, en fin, es un libro terrible porque nos hace mirar con otros ojos una historia que hasta ahora nos había parecido el paradigma de todos los misterios. La Belle Histoire nos hablaba de arqueología maldita, de sociedades secretas, de descendencia griálica, de templarios, masones y rosacruces y fantásticos tesoros. Pero cuando termine de leer este libro echará la vista atrás y se preguntará cuánto queda en pie del mito.
¿Qué sucedería si el llamado demonio Asmodeo no fuera sino una representación de la república que tanto odiaba Saunière, adscrito a la más rancia ideología de extrema derecha? ¿Y si la iconografía de la iglesia, tantas veces visitada por los amantes del misterio, no tuviera nada que ver con la masonería, el Temple o los rosacruces y todo tuviera una explicación razonable a la luz de la personalidad del cura que la encargó? ¿Y si resultara que no es cierto que se enriqueciera de la noche a la mañana tras el hallazgo de un presunto tesoro? ¿Qué pasaría si la clave estuviera en…? Bueno, mejor no se lo cuento.
Si quieren saber la verdad, me temo que tienen dos opciones. La primera es imaginarse sentados junto a Marie Dénarnaud frente a la tumba de «su Bérenger» y escuchar lo que la fiel compañera del sacerdote le decía al difunto. Yo lo intenté en alguna ocasión, sin éxito.
La segunda opción es terminar de leer cuanto antes este prólogo y zambullirse en la realidad, que en este caso resulta más sorprendente que la ficción.
Créame si le digo que está prohibido dejar de leer este libro.

Mariano F. Urresti.